20 de Junio, Día Mundial del Refugiado: Conciencia, muros y desafíos.

El uso de la noción de “frontera”, se ha convertido en todo el planeta en un tema de seguridad donde al menos el 60% de los muros construidos en los últimos 50 años, se han erigido para frenar la fuga de desplazados forzados.

Wilfrido Acuña; Oficial de Incidencia, CARE Ecuador.
20 de junio de 2021

Hace 20 años, la Asamblea General de las Naciones Unidas instauró el Día Internacional del Refugiado, con el propósito de concienciar a los Estados y al mundo entero sobre las necesidades y derechos de este grupo de personas en situación de movilidad humana, evidenciando y reconociendo el coraje y la determinación de innumerables mujeres, hombres, niñas, niños y adolescentes refugiados que se ven obligados a huir de su país bajo la amenaza de persecución, conflictos armados, crisis sociopolíticas y calamidades.

Pero lejos de terminar, cada día hay más lesionados que sufren al margen de su camino la exclusión de sus proyectos de vida, y enfrentamos la opción de intervenir, ser indiferentes o poner barreras.

Para el año 2020, el ACNUR informó que el número de personas que tuvieron que abandonar sus hogares por persecución, conflicto, violaciones de derechos humanos o problemas ambientales, superó los 80 millones. Un récord histórico de vergüenza que representa alrededor del 1% de la población mundial, que incluye los 45,7 millones que permanecieron en su país, los 29,6 millones de refugiados que lo abandonaron, y 4,2 millones de solicitantes de asilo. Una tendencia que crece y que pudo haberse agravado por la pandemia del COVID-19.

Ni siquiera la pandemia ha podido detener la guerra civil en Siria, ni la crisis política y económica en Venezuela, ni los conflictos en Afganistán, Sudán del Sur y Myanmar, que completan la lista de los cinco primeros países de origen de refugiados. En el primer semestre del 2020, se evidencia personas desplazadas en la República Democrática del Congo, Mozambique, Somalia y Yemen, donde muchas personas acudieron en masa a la región africana del Sahel Central debido a casos de violencia brutal, violaciones masivas de derechos humanos, ejecuciones en sus países de origen e impedimento de ingresar a una determinada región para proteger su vida y su integridad física, con vallas, muros o barricadas.

Muro entre México y Estados Unidos / EFE

El uso de la noción de “frontera”, se ha convertido en todo el planeta en un tema de seguridad donde al menos el 60% de los muros construidos en los últimos 50 años, se han erigido para frenar la fuga de desplazados forzados. Un planeta con más de 70 muros, donde las mercancías y el capital no tienen restricciones y las personas son cada vez más excluidas, ha llevado a calificar a este comportamiento como el nuevo “apartheid global”, donde los migrantes y refugiados representan una amenaza y no como víctimas de conflictos y políticas económicas desiguales, donde utilizan el miedo para persuadir a la población local para fomentar las barreras y militarizar las fronteras donde miles de personas pierden la vida al intentar cruzarlas.

Los 70 muros ubicados en Estados Unidos, Francia, Hungría, Bulgaria, Grecia, Marruecos-España, Israel-Cisjorania, Arabia Saudita-Irak, India-Paquistán, Coreas, Marruecos-Sahara Occidental, Irlanda del Norte, Chipre, entre otros, no han logrado detener la marea humana de millones de personas que desde la voluntad o por necesidad cruzan fronteras.

Desde el 2015, gobiernos europeos reaccionaron frente a la llegada de refugiados procedentes de la guerra de Siria con una oleada de construcción de barreras en los Balcanes y en las repúblicas bálticas. Francia levantó la barrera en el puerto de Calais y España no ha dejado de reforzar las vallas de Ceuta y Melilla.

En el medio oriente, Israel es un país con seis barreras, que sirven para la ocupación de los territorios palestinos y para blindarse de sus vecinos: Egipto, Siria, Jordania y el Líbano. Todos los países vecinos de Siria también han levantado barreras para contener la oleada de refugiados. India con tres muros fronterizos, en las fronteras con Pakistán, Bangladesh y Birmania. Marruecos erigió un muro para la ocupación del Sáhara Occidental, y ahora está en el centro del conflicto entre el Frente Polisario y Rabat, rodeada de nueve millones de minas terrestres.

Muro entre México y Estados Unidos / EFE

Australia y México son ejemplos de cómo los países también hacen control de fronteras sin muros físicos. El primero, con el despliegue de aviones y patrullas desde el mar, fuera de sus fronteras; y, el segundo, en la frontera con Guatemala a través de tropas mexicanas financiadas por Estados Unidos.

El mundo se debate en medio de la inequidad, agravada por la pandemia del coronavirus. De los 223 billones de dólares de la riqueza mundial, el 20% más rico acumula el 94% de la riqueza y el 80% tiene el 6% del total. Esto provoca una crítica situación para acceder a derechos sociales y mucho más para el acceso a la salud o a una vacuna. Por la industria bélica circula en los últimos 10 años más de cien mil millones de dólares. Irónicamente, cerca del 70% de este comercio procede de los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, mientras que por la tierra caminan 80 millones de personas desplazadas forzosamente.

Quienes cruzan fronteras cuestionan este sistema, su economía y geopolítica, anclada generalmente en la noción de seguridad y soberanía y una limitada perspectiva ciudadana de derechos y solidaridad. Es un largo camino que ninguna frontera, policía o norma podrá detener como actualmente ocurre con la población venezolana.

Desde el 2017, el declive económico y político de Venezuela, conlleva una afluencia masiva de venezolanos sin precedentes a países de América Latina, constituyendo un fenómeno que, más allá de las causas que lo generan, pone a prueba a los sistemas de admisión, regularización y protección internacional de los Estados, entre ellos el Ecuador.

El Estado ecuatoriano, a pesar de contar con un acumulado histórico en movilidad humana y estar respaldada por una Constitución que incluye derechos, garantías e instituciones de protección de emigrantes, inmigrantes, asilados, refugiados, desplazados y migrantes internos, así como de las víctimas de trata de personas y tráfico de migrantes, evidencia en su respuesta un deterioro sistemático de la vigencia de los derechos humanos a la luz de la propia Constitución, instrumentos internacionales de la materia y hasta el desconocimiento de pronunciamientos de la Corte Constitucional Ecuatoriana.

Causa preocupación las nuevas reformas a la Ley de Movilidad Humana, debido a la regresividad de derechos, el desconocimiento del principio de ciudadanía universal y el progresivo fin de la condición de extranjero, que al no ser considerados, terminarán en la emisión de políticas con argumentaciones ideológicas, contrarias a brindar protección y respuesta a las imperiosas necesidades de protección de miles de personas obligadas a salir de su país. Esta situación la vive ya la población venezolana, lo que induce a su irregularidad y aumenta las cifras de refugiados y personas en necesidad de asistencia humanitaria. Un ciclo generador de una nueva escalada de más militares en fronteras y más muros en el mundo.

Al conmemorar el Día Internacional del Refugiado, queremos recordar el desafío que tiene la sociedad civil, el Estado Ecuatoriano y el mundo, para analizar y comprender la grave situación que atraviesan los refugiados y desplazados forzados del planeta; generar conciencia social y política; y comprometerse, cada uno desde su rol, a implementar practicas más generosas desde la perspectiva de los derechos humanos dirigidas a la protección y defensa de tantas vidas amenazadas y destruidas, promoviendo la dignidad de cada ser humano. Esta conmemoración debe llamarnos a luchar contra las desigualdades y prácticas inequitativas impuestas por culturas dominantes; y la eliminación de los muros y las fronteras abstractas como reales construidas para impedir la circulación de ideales, sueños y vida.

 

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